Cuando ves que tu vida se desintegra en porciones, cuando sólo eres capaz de mirar a través de un cristal negro, cuando crees que tu corazón se desenchufará del mundo, cuando te avergüenzas de la vergüenza que sienten tus padres por ti, cuando quieres morir, cuando la peste inunda tus alveolos, cuando te acostumbras a arrastrarte por las ciénagas del sufrimiento o cuando, por fin, llegas a la mierda donde tanta gente te ha enviado en los últimos treinta años de tu vida, hazme un favor. Te lo pido, hazme este favor. Vete cerca del mar y cierra los ojos. Cierra bien los ojos y empieza a escuchar tu respiración. Aunque huelas a desesperación, respira hondo y concéntrate en cada soplo de aire que atraviesa tus pulmones. Intenta no pensar nada, sólo céntrate en tu respiración. Inspira. Expira. Inspira. Expira. Así, cien veces, mil veces, un millón de veces.
Nada más… y nada menos.
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