Escucho con regularidad que la crisis económica va a provocar un cambio de paradigma en muchos ámbitos. El estado del bienestar o los hábitos de consumo, por ejemplo, ya se están viendo afectados por la devastadora explosión de la burbuja inmobiliaria. A nivel laboral, hace algunos años que se inició un cambio de modelo que ahora, con la recesión, empieza a estandarizarse. Se trata de la forma de trabajar de los millennials, la generación G o Y, los globalizadores o como quiera que se llamen (ver vídeo). Esta nueva hornada de chicos y chicas trabajan inter conectados con un espíritu emprendedor en proyectos que, de forma directa o indirecta, tienen que ver con sus valores, su talento innato o su pasión.
El reto que plantea este nuevo modelo no es baladí. En primer lugar, hay que saber cuál es esa pasión. Para ello retomo el tema del post anterior y me pregunto qué herramientas pone a disposición de los ciudadanos el sistema educativo para hacer esta introspección. Es cierto que hay escuelas privadas que han empezado a incorporar programas o asignaturas que van más allá de los contenidos y ponen un espejo delante del alumno para que se cuestione quién es y dónde está su vocación, pero en la escuela o la universidad públicas no se ven indicios de cambio. No nos olvidemos que estas instituciones están al servicio de la sociedad y no al revés y que son ellas quienes deben adaptar sus estructuras a las necesidades que plantea la nueva economía. Y no al revés.
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Los puestos de trabajo del futuro no tendrán una descripción de tareas. Incluso dentro de una organización multinacional, lo que se va a pedir al empleado es que trabaje con mentalidad emprendedora. «Es lo que hace Google —dice Katherine von Jan— que obliga a sus trabajadores a dedicar una quinta parte de su jornada laboral (el equivalente a un día laborable de la semana) a desarrollar ideas o proyectos que sean de su interés. Como consecuencia de esta filosofía la mitad de los nuevos productos que ha lanzado el gigante tecnológico desde 2009, incluido Gmail, han surgido de este ‘tiempo libre’.»
Una vez hemos atinado con la pasión, el segundo reto que propone el nuevo modelo laboral es el de la fortaleza interior para exponerla públicamente y conseguir una compensación económica por ello. La pasión esta tan ligada al ser y a la esencia interior que cuando se usa como medio de vida genera mucha inseguridad. Que se lo digan a los pintores, cantautores o escritores que cada vez que publican su obra sienten que en el fondo son ellos mismos quienes se están exponiendo. La buena noticia es que, a largo plazo, cuando somos capaces de asirnos a nuestros principios, la balanza emocional abandona el sufrimiento y se inclina del lado de la gratificación.
El nuevo milenio nos lleva hacia a una sociedad más genuina. En el ámbito de la sexualidad, en el laboral, en el social o, incluso, en el político se empiezan a observar una serie de comportamientos y actitudes que apuestan por la singularidad, por la flexibilidad y por la honestidad. En definitiva, una apuesta por el ser humano y por aquello que lo define como tal: su conciencia.
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