“Cada palabra que les he dicho a mis jugadores era porque la sentía. (…) Me voy en paz conmigo mismo.” Son algunas de las palabras que dijo Pep Guardiola en la rueda de prensa donde comunicó el final de su su etapa como entrenador del primer equipo del F. C. Barcelona. Palabras, por otra parte, que, a mi entender, tuvieron poco eco en los medios de comunicación, más atentos a los pormenores que acompañaron a la elección de su sucesor.
El liderazgo ha sido analizado por multitud de expertos y desde multitud de puntos de vista. Que si las competencias para gestionar equipos, que si la habilidad para sintonizar con las emociones, … Cada autor, cada propuesta ha tratado de encontrar el santo grial que da acceso directo al podio de los líderes carismáticos. Mi opinión, como no podía ser de otra manera, es que, además del talento, es importante que la persona esté conectada con el Amor, con su genuinidad. Cuanto más profunda sea esa conexión y cuanto más transparentes sean las expresiones púbicas de esa autenticidad, mayores serán las posibilidades de que la persona sea reconocida como líder por parte del grupo.
Guardiola, además de su capacidad técnica y de gestión, habla de sentir lo que dice, de seguir las indicaciones que dicta su instinto para tomar las decisiones. Cuando escucho a Pep, noto una vibración en el estómago. La misma que, supongo, han sentido tanto los jugadores, como los socios del club o como los millones de personas repartidas por el mundo que se han identificado con la persona que había detrás del personaje público.
Comments